Después de haberme puesto a prueba y llegar ayer -un domingo normal- a sobrevivir a una distancia de 31.000m, creo que me conozco lo suficiente para definir un plan. Es un plan de cuatro capítulos y cada uno se corre con una parte de mí mismo.
- De 0 a 10km: Correré con la cabeza
- De 10 a 20 km: Correré de memoria, por instinto
- De 20 a 30 km: Correré con las piernas…
- De 30 a 42 km: Correré con todo… especialmente con el corazón
…sí, porque cuando empiezas y sabes que te quedan cuatro horas, hay que mantener la calma. Sabes que no has hecho ningún mérito y todo el reto está por delante, así que la cabeza ha de dictar paciencia, calma, y ahorro de fuerzas…
De 10 a 20 es quizás el tramo más fácil. Ya has hecho algunos méritos, ya has cerrado uno de cuatro capítulos y -si todo anda normal- sin ningún tipo de molestia o sufrimiento. «Estamos en el camino», «esto va a salir bien» -te dices a ti mismo casi inconscientemente- mientras las piernas hacen su trabajo, discretamente, sin hacerse notar…
Del 20 al 30 las piernas saludan: «¡¡Estamos aquí, esto ya duele!!», y tú sabes que ya llevas la mitad de la historia… has ido y solo queda volver… así que tu lucha es por silenciarlas… pero también por obedecerlas, bajas el ritmo lo que haga falta para que las molestias que vas sintiendo no te hagan derrumbarte en la parte que de verdad importa… en el gran final… en el momento en que de verdad vas a poner a prueba tus límites, porque ¡¡¡nunca antes has corrido más de 31km!!!
y del 30 al 42 es la hora de la verdad… todo está ya en contra… tus piernas siguen diciéndote «o me haces caso y paras o mañana necesitarás muletas»… la cabeza es posible que diga (no lo sé porque nunca me he enfrentado antes) «sigue quedando mucho y cada metro es más difícil que el anterior»… por eso, en ese momento tiene que hablar el corazón… tiene que decirte «cada paso que das queda un paso menos, escucha la meta como te llama, recuerda cuando esto parecía imposible y ahora estás aquí…»… y el corazón te llevará a esos días de preparación, en los que ni el calor ni la oscuridad de la madrugada lograron detenerte… y, si dejas que siga hablando tu corazón, es posible que te recuerde tantos momentos en la vida en los que las cosas salieron mal, tantas veces que perdiste porque te rendiste… y quizás te recuerde también las veces que las cosas fueron bien… quizás recuerdes que las cosas importantes de tu vida se han labrado a fuerza de superar las dificultades… y supongo que en ese momento tendré ya a mi lado a un compañero de fatigas, a alguien con quien habré compartido esfuerzos durante tres o cuatro intensas horas, y quizás en la ilusión o en las lágrimas de ese compañero vea las mías propias, y quizás uno a otros nos digamos -sin palabras- «hermano, sigue, no te rindas. Estamos juntos en esto. Ni tú ni yo podemos ya rendirnos«…
…. y de repente… como en un sueño… quizás veamos la meta… y quizás nuestras piernas nos obedezcan hasta atravesarla…
42195 sueños, 42195 objetivos… no hay sueño imposible… sino empeño insuficiente….